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La pandemia del coronavirus ha provocado la implantación y desarrollo del teletrabajo y la detonación del comercio por Internet. Estos fenómenos han provocado un extraordinario salto cualitativo de inversión en capital intangible. Se han hecho imprescindibles modelos de protección del conocimiento y de los procesos internos de la empresa que generan valor añadido dado que, en este nuevo entorno, sufrir un ataque es mucho más fácil que en el físico, y se han multiplicado las vías de acceso a los secretos de las compañías. Al mismo tiempo, muchas empresas han comprendido que es imprescindible, no tanto digitalizar lo que tienen, cuanto crear nuevas formas de conocimiento y nuevos modelos de gestión administrativa, productiva y de ventas para obtener beneficios de una manera más ordenada y con mejores resultados.

Diferentes estudios revelan que, durante el último año, las organizaciones que han venido invirtiendo en los diferentes tipos de intangibles pudieron no solo mantener niveles de crecimiento de años anteriores a la crisis, sino que, en muchas ocasiones, superarlos. Esto ha provocado que este tipo de activos hayan mostrado su fuerza y su capacidad de influir en el crecimiento de la empresa en la realidad postcoronavirus. Extendiéndolo a nivel macro, se aprecia que las economías que experimentan un aumento de la inversión en intangibles también registran un crecimiento de la productividad y, por lo tanto, del crecimiento económico a largo plazo.

Un modelo basado en el aumento de competitividad que repose en el simple control del gasto o la inversión tiende a quedar obsoleto, porque siempre habrá quien lleve a cabo una tarea de forma más económica. Sin embargo, potenciar la creatividad interna y basar el crecimiento en la eficiencia de procesos empresariales, supone una herramienta que está únicamente al alcance de quienes inviertan no sólo en la digitalización de lo que actualmente tienen, sino, y con más efecto, en la creación de plataforma internas que permitan una expansión del conocimiento a toda la empresa, con el estímulo que supone para nuevas formas de mejorar ese conocimiento.

Es indiscutible afirmar que estamos viviendo una transición de lo tangible en favor de los diferentes tipos de capital intangible; capital de innovación, capital digital y analítico, capital humano, capital de marca. Lo cual encaja en los nuevos modelos empresariales donde la palabra de moda “resiliencia”, la filosofía de ensayo / error, parece esencial. Sin embargo, en España, el desarrollo de esta nueva concepción de lo intangible ha seguido caminos diferentes.

Poniendo la mira en el capital de marca, parece que las empresas han entendido la necesidad de dotarse de signos distintivos fuertes y protegidos. En nuestro país se observa un aumento significativo de solicitudes de registro de marca. Así se desprende del análisis de los 6 primeros meses del año de la OEPM, que recoge que en la primera mitad del 2021 se han superado las cifras del mismo periodo del año anterior en más de un 16%, alcanzando casi las 30.000 solicitudes de registro de marcas. Esta diferencia, respecto el año anterior, se incrementa alcanzando hasta un 24% si atendemos a solicitudes de marca de la Unión Europea, según datos aportados por la EUIPO. Cabe matizar que los signos distintivos no suponen el total de la inversión en capital de marca, donde podríamos englobar otros factores como el marketing, o la experiencia del consumidor basada en análisis de datos.

La inversión en activos intangibles supone un factor determinante para un crecimiento sostenible, resiliente y prolongado en el tiempo, y una presencia en el mercado global en el que lo intangible se ha convertido en el valor en alza.

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